Mis días por Saül, interior de la Selva amazónica de Guyana Francesa

21.07.2022

Estoy de vuelta, ¡y sana y salva! Todo es relativo y depende desde el punto de vista, pero diría que si, salva.

Hay veces que se me olvida tomar la pastilla Malarone, pero también dicen que la polio por el mosquito hace añísimos que no hay epidemias por la aquella selva. Además, mi volcán del pie ahí sigue,y con el sudor de caminar, no ayuda mucho, pero cuando se refresca el pie, mejora. También, debido a su alarmante aspecto, he empezado a tomar medidas, y me pongo unos parchecitos tipo tiritas a ver si mejora mi papiloma plantar (mi volcán).

La selva amazónica de Guyana Francesa. Estuvo muy guay, aunque me lo imaginaba diferente. Había lugares abiertos, tipo plaza. Tenían una cancha de césped para jugar al baloncesto, y otra más allá para jugar al vóleibol. Sus bares, un restaurante. Aunque podías comer en el bar también, pero siempre reservando con antelación.

Nosotras cenamos dos días en el mismo restaurante, creo que decidieron eso, sin pensar mucho, porque alguna guía decía que era un buen sitio para comer. Pero no nos encantó demasiado la primera vez, la segunda mejoró.

También desayunamos dos veces en otro sitio, no tenie ninguna de las otras denominaciones anteriormente nombradas. Era la casa del señor Didier Rostaing, jubilado que hace años se instaló en Saül y hizo realidad su sueño, plantar cacao y hacer su propia fabricación. Estaba casado con una señora de Saül, así que aprovechando la coyuntura, comenzó a plantar de forma responsable, mantienendo la arboleda, lo cual hace que se dificulte muchísimo la plantación, pues necesitan luz para crecer y en la selva con los grandes árboles, no siempre es fácil. Pero el nos explicó, contó y enseñó su cultivo y sus planes.

El señor Didier, organizaba desayunos con el cacao que hacía, como ingrediente principal. Preparaba unos huevos fritos (de las gallinas que tenía por allí sueltas) con virutas de cacao, además, servía buen pan, mermelada de guayaba y mantequilla y preparaba un chocolate caliente con especias de canela y no sé cuántas cosas más. Obviamente, también vendía cacao negro (antes de hacer tableta, para lo que no disponía de los medios necesarios). Solía preparar dos tantas de personas, máximo 10. Y allí que desayunamos por dos veces por 10 euros cada vez.


Llegamos el viernes en un avión de 20 plazas, iba lleno, es verano y solo suele haber un vuelo por día. Además, era festivo y muchos harían puente con el viernes. Al facturar, por el tipo de avión, te pesaban la maleta a facturar, pero también te hacían subir a una pesa con todos tus enseres (mochila de mano pequeña) y hasta móvil, para calcular el peso. Parece ser que no he bajado mucho de peso, pero me siento más (fina), será que estoy más apretada. Dos de mis compis quisieron llevar 1 botella de ron y zumos para prepararse rones. Y las muy... niñas, pensaron que como se pesaban con la mochila de mano, podrían entrar al avión directamente, sin haberse pasado en la mochila de facturación.

Como el avión era de 20 plazas, pensaban que no pasarían control para embarcar. Aunque les intenté hacer entender que sí. Ellas intentaron negociar para pasarlo, que obviamente no pasó. Entonces intentaron ir a facturar, ¡no podían perder si botella de ron! Pero tampoco se la dejaron facturar, ya se habían pasado del peso y no se podía facturar eso así suelto. Una lloró y rogó, literalmente, pero no se la dejaron pasar. Cuando llegamos a pie de avión, de estraperlo, le dieron las botellas de ron y zumo (sin comentarios).

Una vez que llegamos a destino, Saül, después de hacer una escala en frontera con Surinam, tuvimos que caminar con mochila a cuestas hasta el pueblo por unos 15 minutos. Instalamos hamacas, cenamos, un ron y a dormir.

El viernes fuimos de sendero. Yo hice como 5 horas y 30 de pateo y disfrutar del entorno, ellas algo menos. Nada más empezar, viendo que me quedaba atrás, me preguntaron si no me importaba que cada cual fuera a su ritmo. Y tanto fue así que casi pasé el finde sola menos cuando cenábamos o desayunamos. Porque ni siquiera para ir al restaurante esperaron por mí, iban como voladores jóvenes, con una meta como fin. Porque cuando caminábamos y llegue al área recreativa y donde bañarse, ellas ya estaban casi recogiendo para salir. Cuando terminé de comer, se iban. Yo pasé de apurarme, porque a fin de cuentas, haría el camino que faltaba sola igualmente.

Me encontré grandes árboles, centenarios. Y algunos eran tan tan grandes que no podía ver su copa. Otros, hubieran necesitado a 10 personas para rodearlos. En otros casos, me encontré árboles bastante grandes que habían sido caídos, con ramas no muy grandes. Así que a pesar de ser grandes, su grandeza los hizo caer por no tener una buena base. En algún momento había que fijarse muy bien, porque se perdía el camino por este motivo. Varias veces tuve que para y buscar el camino concienzudamente. Pues no siempre eran los árboles de tu camino, si no que la copa del árbol había caído sobre el camino y había varios metros cortados.

También se escuchaban muchos pájaros diferentes y en una ocasión, en el camino atravesaba lentamente una tortuga. Obviamente nos quedamos maravilladas, y acabamos perturbándola, puesto que se metió en su cascarón y no quiso saludar más. Así que permaneció en el interior desde que se percató hasta que nos fuimos. Puede que fuera una tortuga molokoi, peor no puedo comparar porque es la primera que veía en la selva. Lo que si vi mucho fueron ranitas enanas, eran grises o marrones y casi no se diferenciaban en el suelo.   

El segundo día yo no fui a caminar, me dolían los pies (ligera fascitis) tenía agujetas y el volcán estaba en todo su esplendor. Subí a una pequeña ruta que había un mirador para el ver el pueblo y disfruté del entorno y pinté un poquito. Me tomé el día con calma. El sábado se hizo la gran fiesta hasta las 2h a.m. de la que no participé. Era el bar que estaba en frente del carbet, del mismo dueño. Un Guyanés que le encantaba la fiesta y el ron más que a mi comer. Así que allí, en medio de la selva, se montón un follón de karaokes, gritos, alcohol y bailes que dejó a más de una con resaca de alcohol y sueño. Así que el domingo salí sola a caminar por otras 5 horas. Las demás se quedaron pasando la resaca.

El lunes desayunamos como despedida en Chez Mr Didier, recogimos hamacas y de camino al aeropuerto. En este caso si que el embarcar era más curioso. Obviamente te registraban, rellenaban la tarjeta de embarque a mano, te pesaban (eso obligatorio para saber con cuanto peso despegaríamos) y te recordaban que eran prohibidos los líquidos en la mano. Más de uno embarcó con una botella de agua en la mano o en la mochila. Y de vuelta a Cayenne.

Me sobró una noche, dormir 4 noches en hamaca, a pesar que mejoré la técnica, no es lo más cómodo. Pero con ropa colgada a todo tu alrededor apestando a sudor, y recibiendo en con la brisa de la naturaleza todo el olor en su esplendor, se me antojó bastante incómodo. Así pues, entre que hacía fresco por la noche, pero se sudaba. Y el olor a humedad en la hamaca de nailon más el olor de alrededor, desde las 4h30 min que me desperté e hice un pipi, no pude dormir.

Lo curioso es que cuando hacía sol, después del medio día,era más soportable estar entre los árboles, adentrada en la selva, mejor que estar en el pueblo.

El domingo, cuando salí a caminar sola, después de una hora de camino, ya bien alto, habiendo pasado el mirador, comencé a escuchar ruidos de animales (y no pequeños) y verse moverse cosas no tan lejos. Pensé en jaguar y todo tipo de animales salvajes, también por otro lado, pensaba positivamente. ¿ Y si es un peresozo? Esos van despacito, y aún no he visto uno, sería una maravilla e iba mirando hacia los arboles pero asustada con los ruidos. Al final, se movían rápidamente, no eran perezosos y logré ver grupos de cerdos negros bois, "pécari , pakira ou cochon bois" .

Yo por si acaso, me puse al lado de un gran árbol, detrás, y los dejé que fueran pasando. Después del mirador y los grupos de cerdos negros que pasaron, fueron otras 4 horas monótonas sin mucho cambio de paisaje. Pero con la satisfacción de haber aprovechado mis días y paseos por Saül. En una cena comimos pakira, no me gustó mucho. 

Y estos son mis recuerdos por la selva.

Ya me queda poco más de una semana, y sinceramente, y tengo ganas de estar en casita. Abrazar a mi amor, y revolverle el pelo a mi peludita. Volver a la no normalidad por le momento.

Con proyectos por delante, y enamorada de la vida.

Hasta pronto familia, seguimos en contacto y ¡nos vemos prontito!